PREGUNTAS Y RESPUESTAS

Por el camino hacia el supermercado, pasando una placita, se alza una calle extensa y blanca, donde se estrechan fachadas de casas derrumbadas. Por ahí se mueve un remolino, se pasea entre las veredas y los adoquines, a veces para irse más allá, más para acá; aparece para desaparecer cuando abro la boca. Perdí la costumbre de salir con la pantalla, por ello cuando está por ahí lo observo y lo grabo en mi mente mientras camino.

El remolino es tan vigoroso como el viento se lo permite. Se siente la quietud, en la espera las hojas caen, y los cabellos se agitan ante la ráfaga que transita por la calle, cuando el remolino aprovecha para lanzarse sobre las hojas que han caído; emerge para diluirse cuando le pregunto. Perdí la costumbre de salir a caminar con la pantalla, por ello tardo en responder; si por la tarde el cierzo arrecia, me pierdo de la nube por un rato más.

Si no respondo, es porque estoy al lado de este remolino, pisando las hojas que cayeron en esa calle de casas derrumbadas, a veces de camino al supermercado, a veces de camino hacia más allá. Estaré por ahí, por los atardeceres, hasta que la temporada pase, o hasta que el remolino me responda.

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